Cuando llegamos al río me quité la mochila ¡Y TAMBIÉN LA MANCHÉ DE CACA! Nunca en mi vida había estado tan sucio. Después me quité la camisa con caca y la metí en el agua.
Cuando la saqué ya no veía manchas de caca en mis manos, pero la camisa seguía teniendo una mancha marrón y la verdad es que todavía olía un poco mal. La mojé muchas veces más, pero la mancha seguía ahí. Me faltaba algo. La familia que me había acompañado me miraba y se reía. Se estaban dando cuenta de que estaba muy despistado.
Al final se apiadaron de mi y me dijeron lo que me estaba pasando.